La mujer sirofenicia:
¿Debo yo orar dos veces por la misma petición?
Pasajes bíblicos: Mateo 15:21-28 y Marcos 7:24-30
Los evangelios de Mateo y Marcos nos relatan la historia de una mujer cananea (sirofenicia según el evangelio de Marcos) que se presentó delante de Jesús para pedir liberación de su hija que era atormentada por un demonio. No era una situación fácil para la mujer y aún extranjera presentarse delante de Jesús, ya que conocia su situación social y "jerárquica". No obstante, esto no fue excusa para la mujer al presentarse delante de Jesús. Esta mujer no parecía ser cualquiera, ya que tenía cierto conocimiento de Jesús al llamarle "Hijo de David" y tenía un nivel de insistencia del cual hoy podríamos aprender algo. Como en varias ocasiones en los evangelios, vemos que alguien es sanado por el ruego de alguien más que tiene fe en Jesús, no por sí mismos como por ejemplo: el paralítico y sus amigos que lo bajaron por el techo para ponerlo en frente a Jesús, la hija del centurión romano y en diferentes lugares se relata que "se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos…" (Mt.15:30). En este caso también vemos una madre que pide por su hija basada en la fe que tiene ella en Jesús. Es de costumbre presente que uno ora a Dios, le pide algo y deja la petición abandonada pensando que si es la voluntad de Dios, se hará. No obstante, en este caso vemos que si la mujer no hubiese insistido, su hija probablemente no habría sido sanada, ya que Jesús la ignora y luego le da una respuesta negativa. ¿Será que Dios no quiere ayudarnos a la primera? ¿Será que Dios necesita que le roguemos? No, Dios quiere que nos acerquemos a Él, sabiendo quien es Él, que nos presentemos de manera humilde y que crezcamos en la fe. Una fe con conciencia de quien es Él, una fe que viene por su conocimiento. Ella sabía que era hijo de David, le llama "Señor" y que él había venido primeramente por la casa de Israel (y por consecuente su baja posición jerárquica en el orden de la "salvación").
Podemos meditar en ciertas preguntas:
¿Qué hubiese pasado si la mujer al ver que Jesús ignora su primera petición se hubiese ido? “No fue la voluntad de Dios…” diríamos algunos que ocultamos cierta pereza en la oración.
¿Qué hubiese pasado si la mujer al recibir la respuesta resistiva de Jesús se hubiese ido? “Dios tiene un plan, y si en ese plan no está que mi hija no sea liberada, de nada sirve que insista”, diríamos algunos, especialmente los que defendemos la predestinación.
Y sí, es verdad que la voluntad de Dios se hará, y que Dios tiene un plan, pero nosotros no sabemos en cada detalle lo que eso implica para cada uno de nosotros. Lo que sabemos es que Dios nos manda a luchar en oración, a esperar su respuesta y a argumentar nuestra oración. Olvidamos fácilmente que no hay nada imposible para Dios, que Dios vino para sanar y restaurar. Por lo cual insistir en a salvación, sanación, restauración de una persona es bueno, es la voluntad de Dios y Dios responde.
A primer aborde, vemos a Jesús distante y no tan receptivo a ayudar a la mujer cananea. Afortunadamente, ella no fue desmotivada por el silencio inicial, ni por la respuesta resistiva de Jesús. Este texto es una ilustración de las parábolas en cuanto a la oración (Lucas 18:1-25): no desmayar, ser importuno y esperar en la buena voluntad de Dios que es un buen rey y padre. Parte de esta osadía o insistencia llevaría a la mujer cananea a argumentar su petición: "Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.“ Mateo 15:27.
¿De dónde salió esa expresión? ¿Basado en qué pasaje del antiguo testamento pudo haberse basado para declarar tal cosa? Podemos recordar la historia en Jericó, y los espías a quienes una ramera les ayudó y por lo cual ella y su casa no fueron destruidas. Podemos ir aún un poco atrás con José en Egipto que a pesar de ser un pueblo pagano, recibió la bendición de tener a José como administrador de los bienes y alimentos en Egipto en tiempos de crisis y no perecer. Por lo cual, a través de la mujer cananea podemos aprender que tener conocimiento de la Biblia nos permite hablar con Dios y argumentar nuestras peticiones.
“¡¿Argumentarle a Dios?! ¡Qué arrogante!” No se puede más que releer el “pero” de la mujer cananea en el versículo 27 para ver su argumento frente a Jesús quien a primera instancia parece negarle su petición. Esto no significa que Jesús perdió el argumento y la mujer cananea se fue con la suya, sino que la mujer cananea conocía a Jesús ("Hijo de David") y conocía su situación delante de Él. "A un corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios" leemos en el salmo 51:17.
Pero no fue el astuto argumento por el cual Jesús accede a la petición de la mujer, sino por su “gran fe” que fue admirada por Jesús. Una gran fe dada por Dios a través de su conocimiento de las escrituras que la llevó a declarar con convicción que de sus bendiciones disfrutarían muchas naciones de la tierra.
Resaltemos la importancia del conocimiento de las escrituras para aumentar nuestra fe. Pablo en su carta a los Romanos 10:17 nos lo dice de la siguiente manera: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Jesús admiró la fe de la mujer cananea y accedió a librar a su hija.
Para terminar, recordemos la expresión de Jacob en su lucha con el Ángel en Peniel: “No te dejaré, sino que me bendices” (Gen. 32:26), oración que le costó una herida en su pierna. ¿Has salido herido de alguna oración con Dios? En el evangelio de Lucas se relata de Jesús que "estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre".
¿Cuando fue la última vez que le pediste algo a Dios fervientemente, con argumentos de misericordia, recordándole quién es Él y sus promesas? ¿Quién dijo: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá?

